viernes, 23 de septiembre de 2011

Instinto natural recordado por un extraño

Huele a un aroma floral mezclado con un ambiente cálido que es capaz de hacer saltar los corazones de los jóvenes homenajeados y calentarlos con los rayos del sol que salió por fin a pasear en primavera. Bueno, no. En realidad corre el mismo viento que cala los huesos y el aroma floral proviene de un aromatizante en la combi. Sí, en la combi. Subí a mi nueva travesía rumbo a mi casa y me situé en un asiento de la parte de atrás. Me puse mis lentes para aprovechar a leer una obra, pero era imposible. Era de noche y tenía hambre asi que me di por vencida y guardé mis lentes. Era imposible concentrase si el chofer pasaba de emisora radial cada un minuto y sentía una mirada penetrante de un muchacho que estaba sentado en los asientos para una persona, al frente mio. No soportaba escuchar fragmentos de canciones cada un minuto, me puse los lentes y quise ver que diablos le pasaba al chofer. Llevaba una chaqueta muy apretada, de un material que daba esa sensación de rudeza, parecido al cuero pero no lo era. Su gorra era de color verde fosforecen te, una pésima combinación muy común en los jóvenes que se creen rudos. Tenía sus cabellos parados y mucho gel que daba la sensación que sus cabellos juntos y pegados eran símbolo de dureza. Las canciones pasaban y pasaban. Hasta que me di cuenta que ya varias canciones se estaban repitiendo. Sí, no era la radio. Era un CD. Lo miré a través del espejo que estaba arriba y vi muchas arrugas en su rostro. Entendí entonces que no era tan rudo como pensaba. Que no era un joven que se cree rudo, sino un viejo que se cree joven. Y no cualquier joven, él era un joven rudo. Y que definitivamente esas canciones no eran de su época. Saqué una manzana verde de mi bolso y la mordí con suma paciencia mientras sentía esa mirada penetrante que me controló todo el tiempo que estuve tratando de entender que diablos le pasaba al chofer joven rudo que resultó un viejo joven rudo. Él me miraba de pies a cabezas, lo sé porque a veces regresaba a verlo. No dejaba de morder mi manzana, hasta que decidí tan solo mirar hacia la ventana. Estaba sola en un asiento de dos, muy arrimada hacia la ventana y el reflejo de la luna empañada por el maldito clima "primaveral" no primaveral daba de frente con la imagen de esta persona mirándome. Sentí una presencia muy cercana a mi sitio. Efectivamente se había sentado a mi costado. No quería voltear a mirarlo, en ese momento se me vino a la mente una serie de cosas la cual me tenían pensativa y preocupada y esto no me hacía sentir la presencia de este extraño. No dudo en hablarme, sentí mucha seguridad. Me preguntó si tenía hora y seguí mordiendo mi manzana. Me dijo si podía preguntarme mi nombre y segui comiendo mi manzana. Me dijo si podia decirme su nombre y seguí comiendo mi manzana. No dejaba de comer mi manzana, y ahora los pedazos eran mucho más pequeños para que no se me acabe nunca. Dijo su nombre pero no le presté atención, seguí mirando la ventana hacia un punto fijo... hasta que de nuevo me topé son su reflejo. Es en ese momento que me di cuenta de su presencia todo este momento que yo estaba pensando en otras cosas y me di cuenta que él no podía estar a mi costado si lo podía divisar desde el reflejo hacia el lugar donde estaba sentado inicialmente. Y voltié rápidamente hacia el lugar donde él estaba inicialmente sentado y no estaba. Él ya no estaba y dejó al lado de mi asiento su número telefónico en un papel. Mi manzana, de mordiscos interminables, llegó a terminarse. Antes de bajar al paradero, me lleve ese papel y lo guardé en mi maleta. Llegué a casa con la sensación de que no le presté atención a ese extraño, y me sentí por una extraña razón insatisfecha y despreocupada. Copié el número a mi celular y decidí guardarlo. Mientras ponía los números trataba de recordar su nombre, pero simplemente se me había olvidado. Al momento de querer guardar su número, me encuentro con un problema. No lo pude guardar. Ese número ya estaba en mi lista de contactos. Ese número estaba con el nombre de "Yo". ¿Qué? Mi corazón salto sin necesidad que sea un ambiente cálido primaveral, y me persiné. Fue un instinto natural, hace mucho no lo hacía. Me persiné y después de mucho tiempo rezé con un sentimiento de miedo por dentro... un extraño me hizo recordar la presencia de el instinto natural que siempre está presente.

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