martes, 13 de septiembre de 2011

Jugar a prohibido

Nunca tuve miedo a jugar sobre lo inseguro, arriesgar lo último que quedaba por apostar, a jugar sobre lo ilegal. Hasta que apareció lo prohibido. Jugar a prohibido. Es quemarse los dedos dos veces intentando apagar la llama ... cuando la flama incandescente va creciendo y quema cada centímetro de tu piel, tocando lentamente tu cuerpo, quemando con furor tus células e invade tu ser. Hasta quemar lo más débil, lo más torpe: el corazón. Y hacer lo prohibido es la mezcla de todos los sufrimientos del hombre junto. Las deudas se pagan, la pena de cárcel se paga. Los errores se pagan, lo prohibido no se paga. No se apaga. Me consume.

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