miércoles, 24 de agosto de 2011

Que ni el mejor café podrá contra noches infinitamente oscuras



- ¿Quieres café?
- Bueno
- ¿Quieres más azúcar?
- Da lo mismo. Ni el mejor café podrá contra noches infinitamente oscuras.

Y sus ojos pequeños se llenaron de un mar de lágrimas, con olas transparentes que rozaban sus pómulos rosados, y una catarata que empezaba en una lágrima y se convertía en un tormento por dentro, un caudal que inundaba hasta lo más frío y el lado más oscuro de la sensibilidad en sí. Guardaba en el bolsillo de su saco un pañuelo mojado, ¿cuántos días habrá sido testigo de su sufrimiento? ¿Cuántas veces habrá aparentado secar lágrimas que no desaparecen, solo se esconden? Mis huesos se enfriaron y mi alma se partió en un solo instante, cuando mi hermano solo agachó la cabeza y comenzó a llorar. Sus pestañas largas y negras no podían ocultar la tristeza reflejada en su alma, estaba triste, y hasta la tristeza se hubiese sentido minimizada al verlo con esa expresión en su rostro tan pobre, tan colosal. Era un ángel dulce, su dulzura me hacía llorar...

- Yo la amo. La amaré toda mi vida.
- Ella no va regresar
- Yo iré tras ella.

Víbora. Maldita embustera. Desgraciada. Malévola... el amor de tu vida.
Y si los hombres son basura, las mujeres también lo son. Y hasta peor. Cínica. Te odio con toda mi alma. Y toda tu alma es dignificada por mi hermano. Lárgate lejos... aunque él vaya detrás de ti.

- Nos sentó a mis dos hijos y a mi en la mesa. Nos dijo que no podía ocultarlo, que no me ama. Que no podría amarme nunca.. y nunca lo hizo. Agarró sus maletas y se fue. Me abandonó. Nos abandonó...


No hay comentarios:

Publicar un comentario